El jugo gástrico es una solución extremadamente ácida. Su pH normal se encuentra entre 1,5 y 3, lo que significa que es más ácido que el vinagre y está más o menos al mismo nivel que el zumo de limón. Este pH tan bajo se debe al ácido clorhídrico (HCl) que liberan las células parietales, situadas en la pared del estómago. El HCl, más conocido como salfumán, tiene multitud aplicaciones en la vida diaria, desde productos de limpieza para el hogar hasta infinidad de usos industriales (para desatascar, desincrustar, fabricar diferentes materiales…).
Cada día, se producen en torno a 1,5-2,5 litros de jugo gástrico (compuesto principalmente por agua, HCl, enzimas digestivas y electrolitos), esencial para la digestión de los alimentos y para prevenir infecciones por diferentes agentes patógenos. ¿Cómo es posible que el estómago se libre de los efectos corrosivos del jugo gástrico, si resulta tan ácido? A grandes rasgos, intervienen cuatro elementos defensivos que protegen a este depósito muscular de ser víctima de sus propios fluidos. En primer lugar, la superficie interna del estómago está recubierta por una espesa y viscosa capa de moco alcalino gracias a la presencia de bicarbonato, Este moco actúa como una barrera tanto física como química que protege al estómago de su propio jugo y permite que en su superficie interna se dé un pH prácticamente neutro (7).
Si vamos más allá de la capa de moco, las células que recubren la superficie interna del estómago, las células epiteliales, están unidas entre sí de forma hermética a través de un complejo entramado de proteínas. Esta barrera física es muy compacta e impide el paso del jugo gástrico entre las células gástricas, lo que sería un grave problema porque provocaría la digestión del tejido más profundo del estómago.
Además de los mecanismos anteriores, las células epiteliales se renuevan constantemente a lo largo de la vida para garantizar la protección del estómago. Estas células tienen una vida media de tan solo 3-6 días, lo que implica que cada minuto que pasa se eliminan en torno a 500.000 células epiteliales que van a parar al jugo gástrico. Por último, la secreción del ácido en el estómago está regulada con suma precisión para que la acidez nunca sea excesiva en este órgano y que esta dependa, sobre todo, de la ingesta de alimentos. De ello se encargan tanto el sistema nervioso simpático y parasimpático como las hormonas gastrina, histamina, somatostatina y acetilcolina.
Por supuesto, en condiciones normales, estas cuatro medidas de protección del estómago funcionan a la perfección y no llegamos a ser conscientes de que tenemos un depósito de ácido en nuestro interior. Sin embargo, multitud de factores pueden alterar el delicado equilibrio entre los elementos protectores gástricos y el corrosivo jugo. El consumo excesivo de alcohol, la ingesta frecuente de ciertos fármacos (como los antiinflamatorios no esteroideos) o la bacteria Helicobacter pylori (que sobrevive en el medio ácido gracias a la liberación de amoníaco), entre otras muchas causas, pueden lesionar la mucosa del estómago y hacer que sufra daños por su contenido ácido. Cuando este fenómeno ocurre hablamos de úlceras pépticas: llagas que provocan un dolor sordo o ardor en la zona del estómago, que se acentúa entre comidas.
¿Qué hacemos entonces para curar las úlceras, en las que el ácido del jugo gástrico está «digiriendo» una zona del estómago? En primer lugar, lo primero es tratar la causa que ha desbaratado el delicado equilibrio en el estómago. Por ejemplo: antibióticos contra H. pylori, sustitución de medicamentos que provocan daño en la mucosa gástrica por otros que no lo hagan, abstinencia de alcohol….
Además, también hay que atenuar la liberación de HCl en el estómago, para disminuir la acidez y así dar tiempo al estómago para que se cure así mismo (por suerte, la mucosa es un portento en renovarse a sí misma). Esto lo conseguimos con los medicamentos llamados inhibidores de la bomba de protones. Entre ellos, el más popular es el omeprazol. Se conocen (mal) como «protectores gástricos», aunque en realidad lo que hacen es disminuir el ácido del estómago al bloquear los canales de las células parietales que producen el HCl.
Hoy en día, gracias a estos fármacos, el pronóstico de las úlceras es excelente. Es muy raro que una úlcera péptica evolucione y llegue a atravesar la pared del estómago, provocando la perforación de este órgano. Esto supondría una emergencia médica de gran riesgo para la vida, porque la liberación del jugo gástrico a las zonas colindantes del estómago provocaría graves daños en el cuerpo humano. Por suerte, casos así son excepcionales.
Para saber más:
El estómago (u órgano equivalente)
H. pylori crea túneles en la mucosa del estómago
Sobre la autora: Esther Samper (Shora) es médica, doctora en Ingeniería Tisular Cardiovascular y divulgadora científica
Este artículo fue publicado originalmente en Cuaderno de Cultura Científica.