Por Belén Cambronero Saiz, Carmen Cristófol Rodríguez y Jesús Antonio Segarra Saavedra
La divulgación científica a través de YouTube ha conseguido captar la atención de millones de jóvenes, que consumen los contenidos difundidos en estos canales como principal fuente de información sobre ciencia y tecnología. El fin último de este formato es incrementar el conocimiento sobre los hallazgos de la comunidad científica y contribuir a la creación de una ciudadanía informada y con capacidad crítica. Para ello, rompe con la rigidez de la comunicación científica habitual y navega entre la información y el entretenimiento.
El uso de estas estrategias se ha demostrado muy eficaz para incrementar el impacto y la popularidad de los vídeos entre los consumidores de contenido de divulgación científica, cuyo perfil mayoritario está compuesto por hombres, de entre 15 y 24 años, con alto nivel formativo.
El papel de la mujer como productora y divulgadora
Desde la literatura científica el mayor desinterés de las mujeres por consumir este tipo de contenidos ha tratado de explicarse desde diversas perspectivas. Destacan la visión masculina de un determinado objeto de estudio, la autopercepción negativa de su capacidad basada en estereotipos sociales y la falta de referentes femeninos en los que verse reflejadas.
Esta misma falta de referentes que desalienta el consumo de contenidos también puede influir en el interés por su producción y divulgación. Se ha demostrado que las preferencias ocupacionales de los adolescentes suelen estar ligadas a las percepciones de idoneidad de género. Estas se adquieren, entre otras vías, a través de las representaciones difundidas por los medios de comunicación.
Es decir, el menor interés de las mujeres en la divulgación científica implica que las barreras de participación pueden ser fruto de la interiorización de valores y creencias socialmente compartidas y que sirven de base para la construcción social de la realidad.
A pesar de que las redes sociales se dibujaban como herramientas que permitirían saltar algunas de las barreras, es evidente que las mujeres continúan estando infrarrepresentadas como productoras de contenido. Esto resulta particularmente preocupante porque se trata de un medio consumido fundamentalmente por personas jóvenes, lo que puede contribuir a mantener esa visión sesgada, a perpetuar los viejos estereotipos en los nuevos medios y, como resultado, a obstaculizar el avance social.
Interacciones con los canales de divulgación científica
Además de las particularidades antes mencionadas, otra de las características de la comunicación a través de redes sociales, y en concreto a través de YouTube, es la posibilidad de una participación más activa por parte de la audiencia. Esta puede interactuar con los contenidos (mediante visualizaciones, likes, dislikes y comentarios) y con las personas que los generan (mediante comentarios).
Desde la perspectiva de género, muchos han sido los trabajos académicos que han demostrado que las interacciones a través de comentarios con el conductor del canal a menudo no son neutrales desde el punto de vista de género. Las mujeres son más vulnerables que los hombres a la hora de recibir comentarios sexistas o relacionados con su apariencia física, normalmente en forma de piropos o declaraciones románticas.
Estas intervenciones fomentan nuevamente los estereotipos de género y contribuyen a perpetuar la cosificación de la mujer, su desacreditación como especialista en la materia abordada y el descenso de su credibilidad o autoridad para generar conocimiento y debate en relación con un tema. Como han señalado antes algunas autoras, la naturaleza y el tono de los comentarios influyen en las percepciones de la audiencia sobre la calidad de contenido del vídeo.
Los comentarios, sin relación alguna con el tema de debate, también puede tener un efecto disuasorio para la profesionalización de las mujeres como divulgadoras científicas, ya que puede afectar a la popularidad de un canal. Se contribuye a reforzar el efecto Matilda, en el que las científicas sufren una subestimación y un reconocimiento insuficiente de su trabajo, lo que implica un menor número de suscriptores, un menor impacto del canal y menor visibilidad del youtuber.
Una de las posibles razones es precisamente la base socioparticipativa en la que se sustenta YouTube. Con una audiencia mayoritariamente masculina, replica las mismas formas de interactuar y los mismos problemas a los que se enfrentan las mujeres en otros sectores. Todo esto evidencia la necesidad de una educación mediática crítica para luchar contra los estereotipos de género también en el ámbito de la divulgación científica y de las redes sociales.
Belén Cambronero Saiz, Profesora de la Facultad de Empresa y Comunicación, UNIR – Universidad Internacional de La Rioja ; Carmen Cristófol Rodríguez, Profesora Titular en la Facultad de Comunicación., Universidad de Málaga, and Jesus Antonio Segarra Saavedra, Profesor del Departamento de Comunicación y Psicología Social, Universidad de Alicante
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.