¿Qué es la Historia pública?
El Consejo Nacional de Historia Pública de Estados Unidos da cuenta en su web del lema “Putting History to work in the world” (Haciendo trabajar a la Historia en el mundo). Hoy en día podemos empezar a ver la Historia pública como un medio de afrontar las distintas problemáticas sociales que pueden surcar el día a día. Ahí podemos comenzar a entender que todos podemos hacer Historia pública, ya que como actores sociales presentes e insertos en una realidad, historiadores y archivistas, museólogos, historiadores locales e inclusive activistas pueden construir una Historia para todos, una Historia que salga de las cuatro paredes.
Ahora bien, ¿cómo nos posicionamos en una Historia pública desde los visos de objetividad de la disciplina? ¿Se pierde esa búsqueda de objetividad? Sin lugar a dudas, que estas dos preguntas son una preocupación en construcción constante para todos aquellos que consideramos a la divulgación y a la Historia pública como un elemento crucial para abrir la disciplina. Si a esto sumamos que en América Latina el desarrollo de la Historia pública es algo que se está moviendo con gran aceleración, la formación de profesionales ligados a este mundo hará que esas preguntas vayan siendo reconfiguradas en una nueva perspectiva, que como bien lo titula este artículo, sería el de una disciplina abierta a un diálogo horizontal, sin matices que imposibiliten la divulgación y utilidad del contenido histórico para con la comunidad.
Pensar a la Historia como disciplina o como asignatura escolar siempre ha despertado imaginarios sociales que se entroncan en adjetivos vagos, que refieren a la misma como una mera memorización de hechos y acontecimientos, o en mayores casos como un espacio que despierta pocos entusiasmos. En este sentido, considero que es importante que nos preguntemos ¿cuál es el rol de la Historia en nuestra formación profesional? ¿cuál es el rol que responde a nuestra formación como ciudadanos?
Hacia un intento desconocido: Revista Historia para Todos
Resulta extraño pensar cómo en nuestra formación académica, las posibilidades de alejarnos de esas perspectivas hacedoras y estructuradas son por algún modo difícil. La idea de pensar en la divulgación o también, porqué no, en la Historia pública dentro de los ámbitos universitarios no ha sido objeto pormenorizado de discusión en los últimos tiempos. No significa ésto que hacia dentro de cada cátedra se busque promover acciones tendientes a un aperturismo de la disciplina, como así también en los mismos pasillos donde los estudiantes tienden en cierto modo a salirse de la estructura. Fue en esos espacios donde junto a dos compañeros (Facundo Chaile y Julio Córdoba) desarrollamos la idea de crear una revista de historia digital que tuviera la seriedad del referato, pero que fuera un poco más allá, abriendo la participación a un gran público, incluyendo desde historiadores aficionados, pasando por estudiantes de Nivel Superior (no universitario) para llegar a estudiantes universitarios.
En cierto modo, tomando ciertas ideas referenciales de Peter Burke, buscábamos posicionarnos en la acera del frente de las perspectivas de estructuración académicas, o como bien lo plantea el gran historiador, sentirnos Annales frente a la escuela metódica alemana. Esta manera de hacer Historia se destacó como un medio a través del cuál la disciplina encontró su cuerpo profesional, donde se alejó de la historia de los acontecimientos para pasar a la problematización de la Historia, donde podemos ver una nueva lectura de las fuentes, donde la discusión entre subjetividad y objetividad comenzaba a hacer de los trabajos históricos una nueva realidad.
Pensar la revista de este modo ¿resultó ser algo aventurado? A día de hoy considero que sí, pero esa fuerza fue la que nos dio la marcha que tenemos en nuestro presente. Las perspectivas de una divulgación histórica o “alta divulgación” como nos comentara Antonio Annino en un congreso local eran muy ligeras, el conocimiento teórico acerca de ese sentido de hacer Historia era de una práctica constante, un hacer y dejar de hacer. Estas acciones fueron una muestra de las pocas perspectivas ligadas a la divulgación histórica que teníamos presente en nuestra formación.
La Historia fuera de cuatro paredes
De este modo, el desarrollar una Historia fuera de las cuatro paredes puede resultar una estrategia de acción perfecta para el avance de estas discusiones que algunas instituciones están desarrollando en el albor del siglo XXI. La Historia pública, en efecto, da cuenta de una utilidad pública (valga la redundancia), en el sentido que coloca a la disciplina en una nueva perspectiva y encrucijada. Esta puede permitir(nos) a los historiadores entender una nueva realidad latente que subyace en las representaciones colectivas de la sociedad, que ante el avance de las TIC con este escenario de pos-pandemia, abre un abanico de posibilidades al desarrollo de una conjunción de herramientas que permitan hacer una nueva Historia en este siglo XXI.
Finalmente, es clave considerar que si nosotros abogamos por ese cambio, siendo conscientes que somos los actores claves de esa acción, podremos acerca a la Historia al campo de acción directo, repensar viejos/nuevos problemas y construir un pedazo de la disciplina que muchos amamos, en un lugar de discusiones y retroalimentaciones constantes: con colegas docentes, con alumnos e inclusive con la sociedad toda. Una Historia fuera de cuatro paredes debe ser necesariamente un pensamiento impulsor en esta materia, como también lo es la curiosidad de base. Las herramientas están al alcance de nuestras manos, las capacitaciones y posibilidades de profundizar en estos campos también, como ser la pronta Maestría en Historia Pública y Divulgación de la Universidad Nacional de Quilmes. Las posibilidades están, la Historia está dispuesta a moverse, ¿vos?