Rafael Blanco-Sepúlveda, Universidad de Málaga
América Central se encuentra, desde hace tiempo, en el foco de atención mediática por las caravanas de inmigrantes que buscan el “sueño americano” detrás de las fronteras del gigante económico de América del Norte.
Se ha hablado mucho de las repercusiones que está teniendo en la frontera. Pero muy poco (o nada) del trasfondo económico, social y ambiental que subyace e impulsa esta corriente migratoria.
A la pobreza y las escasas oportunidades económicas y a la violencia e inseguridad de los países emisores, se suma otro conjunto de problemas que suele quedar al margen de la noticia: el trasfondo ambiental.
Los problemas ambientales en América Central
Esta región es particularmente vulnerable a la degradación a causa de sus características ambientales.
El relieve es principalmente montañoso y se caracteriza por la presencia, en general, de pendientes muy pronunciadas. Este factor no es un impedimento para la actividad agrícola. En Trifinio, una región fronteriza que comparten Guatemala, Honduras y El Salvador, se cultiva en laderas con pendientes que superan el 90 %.
El clima de la región es muy variado, desde tropical seco a muy lluvioso. Son especialmente vulnerables las zonas con clima tropical lluvioso, con unas precipitaciones anuales en torno a los 2 000 mm, aunque pueden elevarse por encima de los 3 000 mm.
A lo anterior se suma la recurrencia de lluvias de elevada intensidad (tormentas tropicales y huracanes). El huracán Mitch (1998) dejó tras su paso amplias regiones devastadas y provocó la muerte o desaparición de cerca de 20 000 personas.
Los suelos son de características muy variadas, dependiendo de la naturaleza del sustrato litológico. En todos los casos, destaca su elevada vulnerabilidad a la degradación a consecuencia de la deforestación y la puesta en cultivo.
La región se encuentra sometida a una presión antrópica muy importante. La deforestación a consecuencia de la expansión de la frontera agraria y la ganadería es la principal causa de degradación de sus suelos, provocada, principalmente, por erosión hídrica.
- Las tierras agrícolas en América Central, con 125,1 millones de hectáreas, se han incrementado un 12 % entre 1961 y 2017, a una tasa anual del 0,2 %.
- Las tierras forestales (86,3 millones de hectáreas en la actualidad) se han reducido un 10,8 % entre 1990 y 2017, a una tasa anual de -0,2 %.
- La cabaña bovina, la más importante en América Central con 50,8 millones de cabezas actualmente, se incrementó un 115 % entre 1961 y 2018, a una tasa anual del 1,36 %.
El trasfondo ambiental en las tensiones sociales
La emigración centroamericana es un fenómeno eminentemente rural.
Esta región, con una población rural de 19,6 millones de personas (el 40 % de la población total), alimenta las corrientes migratorias con población que proviene principalmente de estos espacios.
A pesar de la alta vulnerabilidad del territorio, la población de las montañas tropicales de Centroamérica no cesa de crecer. La población rural creció en la región un 122 % entre 1960 y 2018, a una tasa anual del 1,67 %.
A este crecimiento demográfico se suman las mejoras agrarias que se han introducido en el sector desde la revolución verde de los años 50 del siglo XX. Han provocado un aumento de la superficie cultivada y un proceso creciente de intensificación agrícola y de diversificación de los cultivos, especialmente los destinados al comercio.
El precario equilibrio ambiental-agrario de la zona ha provocado que esta se encuentre afectada por los procesos de degradación ambiental indicados más arriba.
Los efectos del cambio climático
El calentamiento global tendrá importantes consecuencias ambientales en la región y, en consecuencia, agravará las tensiones sociales.
La agricultura es el medio de vida de muchas familias de pequeños y medianos productores y productoras que viven en estos espacios montañosos. La sostenibilidad de su fuente de sustento se ve amenazada por la degradación del suelo, el principal recurso agrícola. Circunstancia que se puede agravar en los próximos años a consecuencia del actual contexto de cambio climático.
El clima de Centroamérica ha registrado en las últimas décadas un incremento de la temperatura media, así como un aumento de los eventos extremos de precipitaciones y sequías en las regiones lluviosas y secas, respectivamente.
Interesa destacar para los objetivos de este artículo que los modelos climáticos apuntan a que el istmo sufrirá una mayor frecuencia e intensidad de eventos lluviosos extremos, en forma de huracanes y tormentas tropicales.
Esta tendencia prolongada en el tiempo puede terminar provocando graves consecuencias ambientales y económicas. Particularmente, los eventos lluviosos extremos pueden provocar importantes impactos ambientales.
Entre otros problemas, puede aumentar del riesgo de erosión, especialmente en los suelos de montaña por su mayor vulnerabilidad. Este proceso de degradación implica la pérdida de las capas más fértiles de suelo, lo que reduce la productividad de los cultivos.
A consecuencia de todo esto, se espera desde el punto de vista económico y social una pérdida de producción agrícola en general, que afectará también al maíz, el principal cultivo de autoconsumo en la región.
Estas consecuencias derivadas del cambio climático agravarán las tensiones sociales que existen en la región. La pérdida de capacidad productiva de la agricultura de los pequeños y medianos productores y productoras puede provocar problemas de insuficiencia alimentaria y de aumento de la pobreza.
Esta situación favorecerá las migraciones medioambientales, en este caso climáticas“. El flujo intranacional de estas pronto tornará a internacional ante la incapacidad de las economías locales para absorber mano de obra, lo que genera importantes tensiones entre los países de la región y especialmente con Estados Unidos.
Los modelos migratorios predicen un movimiento de personas de hasta 2,1 millones en el horizonte del año 2050 por causas climáticas en la región.
Las soluciones a corto y medio plazo
La FAO considera la conservación del suelo como una prioridad a escala global. Más concretamente, controlar la erosión del suelo se ha convertido en caballo de batalla de la política internacional sobre manejo sostenible del suelo.
Las soluciones a corto-medio plazo que podemos apuntar son dos:
- Abandono de la actividad agraria y reforestación
- Fomento del desarrollo agrario sostenible.
La primera puede parecer la más lógica, pero es la más difícil de ejecutar a corto-medio plazo porque implica dar una alternativa económica a la población rural que, de no existir, alimentaría el problema de la emigración internacional.
La solución, sin duda, pasa por el desarrollo de una agricultura sostenible que permita controlar la erosión y asegurar la suficiencia alimentaria.
La conservación del medioambiente ha sido y sigue siendo uno de los ejes estratégicos de los planes de actuación de los organismos internacionales que operan en Centroamérica. Pero el balance que podemos hacer de los logros alcanzados es decepcionante.
Uno de los principales problemas ha sido la implementación de medidas que no estaban adaptadas a las condiciones locales. El grupo de investigación Análisis Geográfico Regional de la UMA, consciente de estas debilidades, emprendimos hace 12 años una línea de investigación en cooperación para el desarrollo agrario sostenible.
Los proyectos, financiados por la Agencia Andaluza de Cooperación Internacional para el Desarrollo, se han desarrollado en el marco de convenios de colaboración con determinadas organizaciones centroamericanas (CATIE y ABPD) preocupadas por el problema expuesto.
El objetivo de las investigaciones ha sido, en primera instancia, analizar el estado erosivo de los principales cultivos de la región para determinar los factores de erodabilidad (ambientales y de manejo) mediante un método diseñado ad hoc.
Hasta este momento, las investigaciones se han desarrollado en Honduras, Nicaragua y Guatemala.
Los resultados obtenidos se han utilizado finalmente para establecer medidas concretas, adaptadas a las condiciones particulares de las comunidades locales, de adaptación de los sistemas agrarios actuales hacia modelos sostenibles.
Actualmente, estamos trabajando en la evaluación del comportamiento del sistema de cultivo de no laboreo –manejo del suelo con nulo impacto sobre la tierra– y la cubierta vegetal como medidas de control de la erosión en cultivos de maíz en las comunidades rurales de Chimaltenango en Guatemala.
Rafael Blanco-Sepulveda, Profesor Titular de Universidad. Área de Geografía Humana, Universidad de Málaga
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.