Por Li Tingting
Traducción de Tessa Qiu y Madeline Robinson
Kim denunció en 2011 por abusos a su marido, Li Yang. Fundador de la franquicia para aprender inglés de forma alternativa Crazy English, Li Yang es un hombre de buena reputación China, por lo que el caso se hizo mediático. Entonces varias militantes contra la violencia de género iniciamos cuatro campañas en defensa de Kim.
Soy integrante del grupo Activismo Feminista [nuquan xingdong pai 女权行动派] de China. En 2012, salí a la calle por primera vez, con mis compañeras Xiao Meili y Wei Tingting, como activista defensora de políticas feministas. Decidimos salir el día 14 de febrero, el día romántico de San Valentín en el mundo occidental, para atraer la atención de los medios y para enviar un mensaje: que nos oponemos a la violencia en la pareja. Nuestra acción quiso ser, además, una manifestación de solidaridad con Kim.
Ese día nos vestimos de novias sangrientas y caminamos por la calle Qianmen de Beijing, situada detrás de los muros de la plaza Tiananmén. Los guardias de seguridad nos seguían y vigilaban la acción, esperando que no diéramos problemas. Veinte minutos después de arrancar, la policía paró el acto. Aun así, el mero hecho de haber podido sujetar las pancartas y manifestarnos por la calle nos hizo bastante ilusión.
Nuestra acción se difundió en medios de comunicación populares y tradicionales como The Global Times y Rénmín Rìbào [人民日报]. Ese era uno de nuestros objetivos clave: la visibilidad y la difusión. Conseguir que, al menos, sonaran algunas voces feministas en los medios de comunicación populares e intentar que nuestra causa contra la violencia contra las mujeres llegara al discurso público.
Poco a poco nuestro activismo feminista empezó a orientarse hacia la defensa de políticas determinadas. Hicimos distintas acciones durante dos o tres años hasta 2015, cuando la policía me detuvo junto con Zheng Churan, Wu Rongrong, Wang Man y Wei Tingting. Nos retuvieron durante 37 días, el tiempo máximo que se puede arrestar a una persona en China antes de su detención oficial. Habíamos planeado una acción contra el acoso sexual. Nos acusaron de “buscar pelea y provocar disturbios”. Después de 30 días cambiaron la acusación a la de “congregar una multitud para perturbar el orden público”. Utilizaron entonces la acción de las novias sangrientas de 2012 como prueba. La noticia de nuestra detención se difundió rápidamente y recibimos apoyo de activistas, medios de comunicación, oenegés y netizens [contracción de internet que significa ciudadanas de internet o internautas] chinas, y también de gobiernos y fundaciones filántropas extranjeras. Gracias a ese apoyo, nos liberaron.
Recuerdo el día que fui puesta en libertad, y la imagen de mi compañera Zheng Churan en la sala 1107, vestida de un chaleco negro, mientras salía de la cárcel. Le había dicho que tenían que aguantar los 37 días, que luego nos liberarían. Se lo había dicho a pesar de que en ese momento yo no tenía confianza en que fuera a ocurrir. Pero así fue. La Fiscalía dictó que no había pruebas suficientes para seguir deteniendo a “las cinco feministas”, como nos llamaron.
El 1 de enero de 2018 el movimiento MeToo había llegado a su cénit en China. Yo estaba estudiando entonces en Inglaterra. Ese día, una alumna de la Universidad de Beihang, en Beijing, junto con otras compañeras, publicaron un ensayo en Weibo —red social muy popular en China— acusando al profesor Chen Xiaowu, ganador del Premio Changjiang —el galardón académico más prestigioso que se puede ganar en educación superior en el país— de haberlas acosado sexualmente.
Luo Xixi, una de las activistas, vivía entonces en Estados Unidos y estaba influida por la ola mundial del movimiento MeToo. De todas maneras, el impacto real que tuvo este movimiento en el sistema político chino fue un logro de las mujeres del país.
En China no hay ley de acoso sexual, no existe siquiera una legislación que lo defina. Por eso es imposible llegar a ningún tipo de medidas condenatorias.
Han pasado más de dos años desde entonces, pero el trauma y el dolor sufrido por las afectadas se nota todavía. El movimiento se infiltró en los círculos académicos, en la escena rockera, en las oenegés e incluso en las comunidades budistas. Comparadas con la condena del productor estadounidense Harvey Weinstein, las penas a los agresores chinos son mucho más leves. En China no hay ley de acoso sexual, no existe siquiera una legislación que lo defina. Por eso es imposible llegar a ningún tipo de medidas condenatorias.
Internet, campo de batalla
Xianzi fue otra protagonista del movimiento MeToo en China. Denunció por acoso sexual al presentador de televisión Zhu Jun y se convirtió en una de las primeras personas en ser imagen pública del movimiento. La conocí en una conferencia de Shiori Ito, periodista japonesa símbolo del MeToo en su país.
La tarde de la presentación ya estaba prohibida la defensa de políticas feministas y el activismo offline, hasta el punto de que planificar una acción podría significar volver a ser detenida. Las feministas sabíamos que, si queríamos organizar eventos, teníamos que hacerlo en secreto u online. Aun así, se permitió a Ito presentar su nuevo libro con la condición de que habláramos solo de la situación en Japón.
Las corporaciones grandes de China renombraron el 8 de marzo como día de la diosa y el 7 de marzo, día de la chica.
Con la desaparición de reuniones y eventos en persona y el cierre de lugares públicos, resulta cada vez más difícil crear espacios para interacciones sinceras. El campo de batalla está ahora en internet. Cien millones de personas leyeron el post de ‘Celebra el 8 de marzo, boicot al 7’, lanzado en 2016 por la feminista y periodista Li Sipan y la oenegé de igualdad de género Guangzhou New Media Women’s Network. La campaña denunciaba la mercantilización del 8M que se ha dado en China en los últimos años, sobre todo en la red social Weibo, donde muchas llamadas feministas cooptan el día para promocionar productos. Además, como estrategia de marketing, las corporaciones grandes renombraron el 8 de marzo como día de la diosa y el 7 de marzo, día de la chica. El post buscaba reivindicar el 8M como día de las mujeres y boicotear el día 7 por cosificar y estigmatizar a la mujer como diosa o niña. La gran acogida que tuvo demuestra que, cuando se presenta la oportunidad, el feminismo es un tema popular que tiene mucha influencia.
El auge del feminismo en internet ha llevado, sin embargo, a otras situaciones más complicadas. La historia de Papi Jiang es un ejemplo. Ella es un icono feminista en China. Una abanderada del movimiento en internet que cuenta con un número considerable de seguidoras y que, aun así, sufrió hace poco el hostigamiento de otras feministas que la atacaron a través de las redes. El linchamiento comenzó cuando Jiang decidió seguir con la tradición y ponerle a su bebé el nombre por la línea paterna. La acusaron de ser una fiel seguidora del orden patriarcal, una mujer conservadora que apoya valores feudales y tradicionales. La tacharon de ser esclava de su matrimonio acuñando el término “burra casada” —una “burra” es una expresión coloquial habitual en chino—, que trata de describir a una mujer que obedece a su marido y que no tiene un pensamiento independiente.
Algo similar ocurrió con Kim, con la que inicié esta narración. Ella ha dicho hace poco que ha perdonado a su marido, pero eso no quiere decir que perdone la violencia. Como voluntaria que la acompañó en su denuncia, se lo dije con claridad en un mensaje: “Siempre te voy a apoyar. Respeto tu decisión”. En internet, la sociedad china ha mostrado su rechazo a esta decisión y, en general, no entiende el perdón de Kim.
Hace unos meses, Xianzi dio un discurso sobre este tema junto con otras dos compañeras. Se llamaba ‘El feminismo online de hoy’ y en él explicaron que en el movimiento MeToo no había sido necesario tener líderes, sino que cada participante había tenido ese rol de liderazgo.
El hecho es que, hoy en día, el grupo de Activismo Feminista [nuquan xingdong pai 女权行动派] ha perdido mucha influencia y ha terminado por ser sustituido por las netizens feministas mencionadas que, desde mi punto de vista, no son verdaderas feministas. Su discurso quiere restringir la libertad de elección, que viola un principio feminista fundamental: respetar las decisiones de las mujeres. La realidad del movimiento feminista en China es que dirigirlo hoy resulta imposible, porque rebosa de voces y opiniones opuestas.
Hace ocho años el Estado vigilaba nuestras acciones y la policía nos invitaba a tomar un té con frecuencia [“tomar el té” es una frase eufemística que utilizan las activistas en China cuando se refieren a una citación o detención por parte de los departamentos del Estado; es decir, es una táctica de intimidación empleada por las autoridades para disuadir a las activistas de hacer ciertas cosas y es una forma de interrogatorio no oficial].
Antes, aunque estas prácticas eran habituales, teníamos espacio para luchar por nuestro derecho de reunión, hacer acciones u organizar eventos. Este espacio poco a poco ha ido desapareciendo. Hoy en día, muchas activistas feministas todavía se enfrentan a ser desahuciadas y corren el riesgo de acabar sin techo por organizar eventos online. Después de nuestra detención en 2015, la de las llamadas “las cinco feministas”, parece que la policía todavía disfruta al reprimir al activismo feminista en nombre del mantener la estabilidad social. Un policía de Beijing llegó a regañarme entonces: “¿Te has dado cuenta de que hemos gastado más de un millón RMB [renminbi, denominación oficial de la moneda china] por vuestro caso?”. Me hizo gracia esta pregunta, porque no sé cómo la policía me puede culpar por malgastar dinero y recursos públicos.
Gracias al movimiento MeToo hemos conocido a gente nueva y ha crecido así la red de apoyo offline. Las hermanas nos vemos, compartimos historias, aprendemos de las experiencias de las demás y nos animamos unas a otras. Por ejemplo, tras el castigo de su agresor, Luo Xixi, que antes era reticente y reservada, se convirtió en una persona abierta y expresiva. Las víctimas ya no tienen que esconderse y aislarse, se convierten en parte de una red recíproca y compasiva. Esta red sigue creciendo y desarrollando su capacidad de apoyar a la comunidad. Incluso con nuestros recursos escasos, creamos un espacio seguro. Así sigue existiendo todavía la posibilidad de actuar, porque hay un ansia de justicia en nuestros corazones.
Este artículo fue originalmente traducido y publicado por Pikara Magazine.