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¿Cómo se transmite el conocimiento?

7 enero 2022
en Humanidades

Esta pregunta ha sido la base de importante desarrollo científico en disciplinas como la psicología, la biología evolutiva, la antropología, la sociología, la educación y las neurociencia. En general, cuando pensamos en cómo se transmite el conocimiento, hay dos aproximaciones posibles: la aproximación conceptual y la aproximación ecológica.

Por un lado, la aproximación conceptual se fundamenta en la idea de que existen ciertas estructuras formales (conceptos) que representan en palabras o imágenes los principios de nuestras acciones. Estas estructuras son pasadas de persona a persona, de generación a generación. Por otro lado, la aproximación ecológica se basa en la idea de que el contexto y la manera en la cual se desarollan nuestras acciones (prácticas) tienen influencia en cómo las estructuras formales (conceptos) surgen, son sometidas a prueba y posiblemente alteradas. Hoy en día, se sabe que las representaciones mentales, nuestras acciones y el contexto en el cual se desarrollan están intimamente conectados. Por lo tanto, cualquier respuesta a la pregunta “¿Cómo se transmite el conocimiento?” debe considerar estos elementos (10.1080/10749039909524711).

Conocimiento científico y educación formal

Luego de que el proceso social, político y cultural conocido como la “Ilustración” tuviera lugar en Europa Occidental entre la segunda mitad del siglo XVIII y principios del XIX, las sociedades conocidas como sociedades occidentales comenzaron a valorar el conocimiento científico como la única forma de conocimiento. Aunque generado mediante la experimentación – es decir, el constante sometimiento a prueba de los conceptos e ideas –, los centros de producción de conocimiento científico privilegiaban, y aun hoy privilegian, la idea de que la transmisión de conocimiento implica el paso de conceptos inalterables codificados en palabras. Esta forma de transmisión es característica de los centros educativos formales – escuelas, universidades.
Esta preferencia por la educación formal como forma de transmitir conocimiento por medio de conceptos, preferiblemente codificados en lenguaje escrito, contribuye a fortalecer la idea de que el conocimiento científico es objetivo, libre de la influencia de la persona que lo aprende o transmite, su historia, sus ideas propias, su experiencia. Es decir, el contexto de la persona y su historia de vida son excluidos del procesos de enseñanza y aprendizaje. Una de la consecuencias mas perjudiciales de esta manera de pensar es la desvalorización del conocimiento no científico como conocimiento válido y valioso.

Conocimiento social implícito. Prácticas y experiencias.

En este sentido, surge la pregunta: ¿qué sucede con el «conocimiento social implicito»? ( 10.2307/2928457), ese tipo conocimiento que subyace en el inconsciente colectivo, ese conocimiento que muchas veces no puede ser puesto en palabras pero cuya existencia resulta políticamente poderosa. Este tipo de conocimiento generalmente se transmite mediante la observación y la imitación o, dicho de otra manera, se adquiere mediante la experiencia y la práctica. Es el conocimiento que subyace en el desarrollo de habilidades, en el aprendizaje de un oficio, y mucho más importante, en la manera de ser y vivir en el mundo.

Este tipo de conocimiento es también conocido como conocimiento incorporado – embodied knowledge. Quizás debido a su cáracter tácito, ha sido históricamente omitido en investigaciones sociológicas (10.14746/sr.2019.3.1.07). Sin embargo, desde los años 90 un interés por el cuerpo como receptor y generador de conocimiento comenzó a hacerse evidente dentro de la ciencias sociales. Posteriormente, a principios del siglo XX, surgió un interés por entender las altamente dinámicas conexiones entre cuerpo, contexto y mente como loci de la generación y transmisión del conocimiento (10.2752/174589206778055673).

Si tomamos en cuenta que el contexto empieza a considerarse como elemento activo en la transmisión de conocimientos, entonces los elementos de la naturaleza comienzan a dejar de ser vistos como pasivos receptores de las acciones de los seres humanos. Es decir, comienzan a percirbirse también como moldeadores activos de dichas acciones.

Por ejemplo, las sociedades indígenas tienden a mantener estrechas relaciones con los seres vivos con los que interactúan a diario. Además de estrechas, estas relaciones se han mantenido a través del tiempo forjando vínculos históricos entre seres humanos, plantas, animales y los componentes abióticos del ecosistema. Anteriormente, los estudios sobre estas relaciones se centraban sobretodo en las formas de clasificación indígenas. Es decir, las investigaciones se enfocaban en describir el ambiente (sus componentes bioticos y abioticos) a partir de categorias construidas por los sujetos que hacen vida en él (10.1525/aa.1962.64.1.02a00060). Estas categorías generalmente estaban codificadas en el lenguaje. Hoy en día, en cambio, comienza a hacerse evidente la importancia de entender las relaciones entre los seres humanos y otros seres vivos con los que comparten la vida como relaciones bidireccionales. Es decir, cómo las plantas, mediante componentes específicos ejercen una influencia en la manera como los seres humanos aprendemos sobre diferentes dimensiones de la vida (10.1111/1467-8322.12494) – social, religiosa, política. A fin de entender estas complejas dinámicas el interés de los científicos sociales se centra no solo en categorías lingüísticas sino también en prácticas y experiencias somáticas.

Un entendimiento más profundo de las formas de transmisión de conocimiento implicaría no sólo un avance en nuestro entendimiento de los seres humanos sino también de la naturaleza. Así mismo, un entendimiento más profundo de la cognición humana daría lugar a repensar la forma en se produce conocimiento científico y a la revalorización del conocimiento no científico.

Sin duda, el conocimiento indígena tiene mucho que aportar al desarrollo de alternativas frente a la crisis ambiental. Pero, entender que el conocimiento indígena surge y se reproduce por medio de las complejas relaciones que los seres humanos mantenemos con todos los elementos vivos y no vivos de nuestro entorno es necesario para cambiar nuestro modo de estar en el mundo.

Silvana Saturno

Antropóloga. Doctorante en la Universidad de Marburgo.

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Etiquetas: cienciaconocimiento
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Silvana Saturno

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