Crisis económica, alimentaria, energética, ambiental, política, sanitaria y social, el mundo ardía y el coronavirus, llegó para atizar las llamas, como si de la furia de un dios mitológico se tratase. La humanidad, entra en estado de pánico y ansiedad general; confinados, vemos como el virus interpela nuestro presente y pulveriza la ilusión de un futuro promisorio, no queda más remedio que repensar muchas cosas.
Bajo este espíritu indagador forzado por las circunstancias, lo más responsable, ético y legítimo que podemos hacer, es empezar por las preguntas correctas: ¿dónde estamos? y ¿hacia dónde vamos?. La primera, nos aterriza, la segunda, nos proyecta, pero ambas son esenciales para el sentido de nuestras vidas pandémicas y post pandémicas ¿acaso no te preocupan?
¿Estamos en una crisis civilizatoria en pleno desarrollo?
Para la Big Media, ha sido imposible tapar el sol con un dedo, el COVID-19, se ha convertido en un acelerador o catalizador de cambios drásticos. Por doquier, escuchamos, leemos y miramos algunos lugares comunes como que el mundo «no será igual», que se ha «trastocado» la globalización, y que el futuro estará signado por los «efectos a largo plazo» de la pandemia, ¿falta tener mucha imaginación para emitir estos juicios? Nada que ver.
Estamos ante un fenómeno mucho más profundo, de alcance histórico-universal, que el presentado por el poder mediático global. Nos encontramos en una época donde todas las crisis que estaban abiertas y las que se han acelerado por el coronavirus, se superponen, se mezclan y tejen las unas con las otras, y aparecen con mayor frecuencia, recargadas y con una ampliación de su poder destructivo. Pero esto, por muy escalofriante que suene, es solo una parte de la película que se estrena con la pandemia, falta completar su trama.
La otra parte, corresponde al trastocamiento de los «fundamentos racionales» de la civilización en la que vivimos, que es quizá, el guión que da sentido a la trama de nuestra película viral. Sin estas partes vinculadas, el ejercicio de razonamiento sobre nuestras preguntas vitales -el dónde estamos y el hacia dónde vamos- nos dejaría el sabor de una mala película, desabrida y simplista.
A esta combinación, de crisis superpuestas que se profundizan, más el agotamiento de los fundamentos racionales de una civilización histórica concreta, es lo que denominamos crisis civilizatoria: esta, es la dramática película en la que estamos viviendo. Afirmamos, en consecuencia, que vivimos una época de crisis civilizatoria de la civilización moderna/capitalista, ampliada, acelerada, difundida y profundizada por la pandemia del COVID-19, que no tiene resolucion alguna, definitiva y a largo plazo, dentro de su propio marco racional civilizatorio.
A diferencia de algunos estudios que se han hecho al respecto, desde algunas posturas del pensamiento crítico latinoamericano, esta crisis civilizatoria pandémica -por llamarla de alguna forma- tiene algunos rasgos peculiares que van más allá del ecocidio, el antropoceno, el cenit de los hidrocarburos fósiles, y el vaciamiento de la democracia moderna; aquí, se enfatizan dos elementos: el agotamiento de las propias bases racionales de la civilización moderna/capitalista y, además, las posibilidades que esto abre para construir un horizonte radicalmente distinto, en el hacia dónde vamos que nos hemos planteado como pregunta vital.
En este sentido, pasamos a evaluar cuales son los elementos de racionalidad moderna/capitalista que se están agotando y seguimos, en la última sección, con la pregunta de hacia dónde vamos, que nos proyecta al futuro inmediato.
Crisis civilizatoria moderno/capitalista y el agotamiento de su racionalidad fundante
Algunos autores críticos referidos a la crisis civilizatoria de la civilización moderna/capitalista, sugieren que estamos tocando sus límites absolutos, acabando con la vida humana y del planeta, afirmación con la que estamos de acuerdo, sin embargo; ¿que pasa con la racionalidad que nos ha llevado hasta aquí? ¿que pasa con ese marco de acción que legitima y da sentido a la destrucción de la vida, en nombre de las reglas de una civilización?
La racionalidad, en sentido lato, hace referencia a las bases, ideas, pensamientos, cosmovisiones, fundamentos, ideologías, discursos, coordenadas,normas de acción y «reglas de juego» que rigen, ordenan, dominan, regulan, gobiernan, ciñen o limitan, las acciones y relaciones humanas en cualquier civilización histórica concreta. La racionalidad no son simplemente formas ideales, es una determinada forma del ser, estar y pensar en el mundo que, se vuelve concreta tanto en el sentido, como en las finalidades que damos a nuestro accionar.
Esta es precisamente, la parte del asunto que no se nos puede escapar y que hace, a la actual crisis civilizatoria, esencialmente distinta a cualquier otra.
La civilización moderna/capitalista ha construido un andamiaje racional hegemónico, desde su propia aparición, allá por los siglos XIV y XVI, -tiempos de genocida y violenta colonización europea- teniendo un influjo patente y muy importante hasta nuestros días en todo el planeta.
Este andamiaje ha creado verdaderos monstruos que dirigen la acción económica, política, ética, cultural, científico- tecnológica, social y nuestra relación con la naturaleza, como axiomas de dominio y exterminio, pero que hoy, se muestran como «ídolos con pies de barro», a los que el coronavirus le está socavando sus propias bases; entre estos, hallamos: a) la famosa dualidad cartesiana entre el ser humano y la naturaleza, b) el capital y su sistema económico globalizado, c) la ética de mercado, d) la omnipotencia de la racionalidad instrumental, e) el sistema de poder político imperial internacional y f) la fe en el progreso futuro moderno.
Cada uno de estos monstruos racionales -ahora ídolos de barro- que son fundantes de la civilización moderna/capitalista, se han visto afectados porque la pandemia del COVID-19 acelera la crisis civilizatoria, en los siguientes sentidos:
a) Ha hecho patente que somos parte integrante de la naturaleza y que el dualismo cartesiano es un sofisma. La acción destructiva que sobre ella causamos, nos afecta directa o indirectamente, sea con la aparición del propio virus, con fenómenos naturales más agresivos y prolongados o, con la posibilidades reales de la propia extinción de la vida.
b) Ha profundizado la crisis extendida desde el 2008-2009, del capital y su sistema económico, arrebatando ante nuestros ojos, la supuesta perfección metafísica que tiene. Este, no es ni el mejor, ni más eficaz o eficiente, sistema económico. Se demuestra que, organizado sobre la sed insaciable de ganancias, el capital no prioriza la vida, esta no es su horizonte de sentido. Al contrario, es incapaz de producir y garantizar el acceso a los insumos médicos y servicios necesarios para enfrentar la pandemia y ha respondido reactivamente, aumentando la crisis alimentaria global, el desempleo, la pobreza , el hambre, la desigualdad en la distribución de ingresos, disminución de salarios, socialización de pérdidas y privatización de ganancias.
c) Ha puesto en crisis a la llamada ética de mercado y su competitividad, como la forma de relacionamiento moral más apropiada entre países y personas en medio de la pandemia. El COVID-19, rebasa este paradigma civilizatorio y alerta sobre la necesidad de su superación, en perspectiva de una obligada ética del bien común.
d) Ha demostrado que la racionalidad instrumental/empírica, con la que se fundan las ciencias, técnicas y tecnologías de esta civilización -amalgamadas con la acumulación del capital- no son ni tan poderosas ni tan omnipotentes frente a la naturaleza, como se creía. Tampoco traerán las soluciones y felicidad implícitas que muchas veces se les confiere. La superioridad de la racionalidad instrumental, no es más que un mito.
e) Ha colocado en jaque el poder del hegemón civilizatorio de turno: Estados Unidos y, con esto, todo el sistema de poder imperial internacional. De por sí, ya se hablaba de un declive de la hegemonía global estadounidense desde hace algún tiempo, el COVID-19 también ha afectado a las principales potencias de la civilización moderna/capitalista, desde China y Rusia, hasta el Reino Unido, Francia y Alemania. Esto es un verdadero tsunami o cataclismo, a nivel de las estructuras de poder del sistema político imperial global.
f) Ha quebrado la fe, impuesta hegemónicamente por la civilización moderna/capitalista, sobre el futuro y el progreso ininterrumpido. El virus y la pandemia, han invertido los papeles de la cosmovisión del tiempo moderno: todo futuro, parece peor que cualquier presente y pasado. No pensamos ya, en términos optimistas sobre él, al contrario, se ha roto la línea continúa hacia el progreso que su horizonte dibujaba. En el futuro inmediato, parecen aguardar silente, al menos así nos dice el sentido común, más olas de pandemias, nuevos virus y supermicrobios, combinados con la barbarie social.
Todos estos elementos mencionados, dan cuenta de que esta crisis civilizatoria acelerada por el COVID-19, ha trastocado y/o persistido, en el agotamiento de los fundamentos racionales que sostienen la civilización moderna/capitalista. Por estas razones, es que argumentamos, que estamos en una crisis civilizatoria sui generis, donde no sólo entran en crisis las partes que la constituyen, sino las bases que las orientan, fundan y que le habían servido como estructura de fino acero.
¿Cuáles serán entonces, las posibles salidas a esta crisis civilizatoria tan particular? ¿Hacia dónde nos dirigimos? Estas preguntas las respondemos a continuación.
¿Hacia dónde vamos con esta crisis civilizatoria?
Lo primero que se piensa reflexionando sobre esta pregunta, es si existe una salida en el marco de la propia civilización moderna/capitalista a su crisis civilizatoria. En realidad creemos que no. A mediano y largo plazo, si seguimos viviendo según sus parámetros y lógicas destructivas, destruiremos todo. Ya sea por un virus, el cambio climático, conflictos políticos, militares y económicos de amplio espectro, o cualquier otro factor que nos dé el empujón al vacío.
No somos pitonisos, pero esta es una tendencia que se dibuja a mediano y largo plazo, si la crisis civilizatoria se profundiza. Por supuesto, para que esto ocurra, debe imponerse hoy, y en el futuro inmediato, las medidas contrarrestantes que «salven» por unos minutos en el reloj histórico, a la civilización moderna/capitalista.
Estas medidas ya las estamos viviendo. Por otro lado, si creemos que hay opciones, que van más allá del horizonte civilizatorio de la modernidad capitalista. Se trata de plantear una civilización alternativa a la actual, que transforme radicalmente sus estructuras de dominación, poder y destrucción. Es un proyecto civilizatorio que tiene un sentido utópico, pero también, tiene factibilidades histórico-concretas y prácticas-políticas para desarrollarse, sobre todo en esta época de crisis civilizatoria.
Esta opción, no es un acto, sino un proceso de ruptura epocal y civilizatoria por el que puede discurrir la humanidad para salvarse a sí misma y también la vida del planeta. Los sujetos del cambio, aquellos afectados por la exclusión, pobreza, miseria, opresión y dominación de la modernidad capitalista, son los que deben guiar estas transformaciones.
Por lo tanto, solo hay dos posibles caminos, que se abren en medio de la crisis civilizatoria acelerada por el coronavirus: la restauración parcial de la civilización moderna/capitalista, hasta que su propias lógicas y racionalidades destructivas acaben con nosotros o, su transformación y superación por una nueva civilización radicalmente diferente, nacida epocalmente de los esfuerzos de los sujetos del cambio. ¿Cuál camino escogeras?