Por: Antonio José Paz Cardona,
(Mongabay)
Cinco países latinoamericanos aparecen entre los 50 con peores índices en contaminación del aire en el mundo según el Reporte Mundial de Calidad del Aire 2018 de Air Visual y Greenpeace. Perú encabeza la lista en el puesto 21, seguido por Chile en el 26 —este país será la sede de la próxima Cumbre Mundial del Clima COP 25— México en el 33, Brasil en el 44 y Colombia en el 50.
A pesar de que los peruanos aparecen en el primer lugar, Chile es el país de América Latina que reporta las ciudades más contaminadas con material particulado (PM) 2.5. Estas partículas en suspensión en el aire tienen un diámetro menor o igual a 2.5 micrómetros y son capaces de instalarse en los pulmones y generar graves problemas de salud. Nueve de los 10 primeros lugares corresponden a ciudades chilenas.
Las poblaciones de Padre Las Casas y Osorno se encuentran en alerta naranja según las categorías del índice establecido por la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos. Esta categoría indica que la población en general y, en especial, grupos sensibles como niños menores de cinco años y adultos mayores pueden presentar irritación y dificultades respiratorias. En los puestos 3, 4 y 5 aparecen, también en Chile, las ciudades de Coyhaique, Valdivia y Temuco; las tres en alerta amarilla, donde la calidad del aire se encuentra en la categoría moderada. Las capitales Santiago (Chile) y Lima (Perú) se encuentran también en alerta amarilla y ocupan los puestos 7 y 8 respectivamente.
El gran desafío de las ciudades chilenas
“Pese a que Padre Las Casas aparece como las más contaminada, sus malas condiciones se concentran en invierno, una tendencia contraria, sin embargo, a la que muestra Santiago, que ocupa el lugar 20 dentro de las 62 capitales más contaminadas del mundo, donde prácticamente todo el año sus niveles se ubican de moderado a muy malo”, explica Estefanía González, coordinadora del área de campañas de Greenpeace.
Para González, en este panorama tiene un rol determinante el uso de la leña, que se ha convertido en la gran fuente de contaminación en el sur del Chile, y que da cuenta de una “injusticia energética”, ya que son las grandes urbes y con mayor poder adquisitivo las que pueden acceder a sistemas de calefacción más sustentables y menos contaminantes. “Es urgente que ciudades del sur de Chile accedan a energías más limpias y que sean económicamente accesibles”, dice González.
Algo que llama la atención del reporte es que al mismo tiempo que aparecen ciudades chilenas con muy mala calidad del aire, Chile, como contraparte, también cuenta con las más limpias de la región: Punta Arenas y Alto Hospicio. Según González, esto muestra la tendencia de que al aire del norte es más limpio que el de la zona centro-sur del país.
Al margen de la situación latinoamericana, el Reporte Mundial de Calidad del Aire 2018 revela que la situación más crítica se vive en ciudades asiáticas, principalmente de la India. Los valores de la ciudad de Gurugram triplican las mediciones de las ciudades latinoamericanas más contaminadas, a tal punto que la situación en esta ciudad asiática es catalogada como dañina para el corazón y los pulmones de la población en general.
Y no solo esto, el reporte estima que la contaminación del aire será responsable de 7 millones de muertes en 2019 y que los costos asociados a esta polución llegarán a 225 000 millones de dólares.
El PM 2.5 en el aire es considerado como el contaminante que, entre todas las demás partículas nocivas, genera el mayor impacto en la salud. “Debido a su pequeño tamaño, PM 2.5 es capaz de penetrar profundamente en el sistema respiratorio humano y de ahí a todo el cuerpo, causando una amplia gama de efectos a corto y largo plazo”, se lee en el informe. Aun así, no hay que perder de vista que su presencia en el aire es consecuencia, principalmente, de la combustión en los motores de los vehículos, la industria y la quema de madera y carbón.
Según los análisis del último informe de Global Carbon Project —generado por 76 científicos de 57 instituciones de investigación en 15 países— durante el 2018 las emisiones de dióxido de carbono (CO2) alcanzaron un récord histórico al llegar a 37.1 gigatoneladas, lo que equivale a un 2.7 % más del CO2 generado el 2017.
Entre 2014 y 2016 las emisiones producidas por los combustibles fósiles y la industria —que representan el 90 % del CO2 que genera la humanidad— se habían mantenido estables, pero desde 2017 vienen acelerándose nuevamente y esto demuestra que la creciente demanda global de energía está superando los esfuerzos para controlar las emisiones de gases de efecto invernadero.
“Si no reaccionamos de manera mucho más rápida y decidida se acrecentarán las situaciones de fenómenos meteorológicos extremos, alteraciones en los ecosistemas, alzas en los niveles del mar y migraciones masivas producto de afectaciones medioambientales”, asegura Silvia Gómez, directora de Greenpeace Colombia.
La preocupación por los incrementos de CO2, está relacionada a los registros de países clave como Estados Unidos (aumentó un 2.5 %), China (incrementó un 4.7 %) e India (con un alza de 6.3 %). El estudio de Global Project Carbon revela que los principales impulsores del aumento en la emisiones de CO2 en el 2018 fueron la quema de carbón en China e India, cuyas economías crecieron y utilizaron más petróleo en el transporte.
(Aquí puede ver los datos más actualizados de calidad del aire en las ciudades)
Emergencia constante por calidad del aire en Bogotá
La capital colombiana aparece en el puesto 44 entre las 62 ciudades capitales más contaminadas del mundo de acuerdo al Reporte Mundial de Calidad del Aire 2018. Con una concentración promedio de 13.9 microgramos sobre metro cúbico (µg/m³) de PM 2.5, Bogotá se encuentra en la categoría amarilla o moderada. Esto quiere decir que los grupos sensibles como niños menores de 5 años años, adultos mayores y personas con enfermedades respiratorias crónicas deben evitar la actividad física en exteriores pues pueden presentar molestias respiratorias.
Si bien este valor se encuentra muy por debajo de otras capitales de la región como Santiago (puesto 20 con 29.4 µg/m³ de PM 2.5) o Lima (puesto 22 con 28 µg/m³ de PM 2.5), en solo mes y medio Bogotá ha llamado a emergencia ambiental en tres ocasiones debido a la mala calidad del aire, que según el índice bogotano de calidad del aire (Iboca) ha tenido a casi toda la ciudad en alerta amarilla y a la zona suroccidente en alerta naranja.
De hecho, el pasado 28 de marzo casi todas las estaciones de medición de aire de la ciudad reportaban en rojo — catalogado como muy malo para la salud según el Iboca— y la estación Carvajal-Sevillana, que suele reportar los índices más altos, estaba punto de pasar a color morado, es decir, categoría peligrosa.
Es por eso que a Boris Galvis, profesor PhD en el Programa de Ingeniería Ambiental e Investigador de la Universidad de La Salle, le parece que los datos tomados para Colombia en el Reporte Mundial de Calidad del Aire 2018 están subestimados y la contaminación en Bogotá es mucho más alta de lo que aparece allí.
“El estudio es cuestionable por la representatividad espacial que tiene. En Bogotá tenemos 13 estaciones de monitoreo y ellos tomaron datos de 2. Es como si tuvieras fiebre y te tomaras la temperatura solo en la mano, no tienes una idea muy clara de lo que está pasando si no la mides en la axila o la boca. Son muy pocos datos para tener una conclusión tan categórica como la que ellos sugieren. Creo que es un estudio bien intencionado pero mal ejecutado”, dice Galvis.
El experto asocia las crisis que se están viviendo en Bogotá y Medellín al crecimiento desbordado que están teniendo las dos ciudades más importantes de Colombia. Esto ha llevado a sobrepasar la capacidad que tiene la atmósfera de renovarse y se hace más evidente en las épocas secas del año. “No es que el problema se vaya, es que en ciertas temporadas los vientos ayudan y la atmósfera es capaz de dispersar los contaminantes, llevárselos y bajar las concentraciones”, argumenta.
Segun dice, si sumamos la contribución de los vehículos, las industrias, los impactos por quemas en otros lugares de Colombia, entre otras variables, todo eso va sumando en la calidad del aire en las ciudades. Llegará el momento en que, a pesar de que la meteorología favorezca a ciudades como Bogotá, serán pocos los días de aire limpio.
Esto a pesar de que la capital colombiana tiene unas ventajas grandes en comparación con ciudades capitales como Santiago, Lima y Ciudad de México. “Tenemos una cadena montañosa en el oriente y eso genera una dinámica de vientos que nos favorece, además, la cantidad de lluvia que tenemos lava la atmósfera, cosa que no pasa en ciudades como Lima donde nunca llueve o incluso en Medellín, que se encuentra en un valle que dificulta la dispersión de los contaminantes”, afirma Galvis.
El investigador asegura que hay que tener mucho cuidado con los promedios. Al hacerlo se podría decir que Bogotá no está tan mal, pero hay días —como el 28 de marzo— donde las concentraciones son demasiado altas, casi cinco veces lo recomendado por la Organización mundial de la Salud (OMS).
Si hay algo que ayudaría a mejorar considerablemente la calidad del aire en ciudades como Bogotá y Medellín es la renovación de la flota de transporte, especialmente la que funciona con tecnologías de combustible diesel muy viejas, que son las principales responsables de la contaminación del aire. El ejemplo más cercano para los colombianos es un estudio en el que Boris Galvis es coautor y donde se concluye que el sistema de buses de transporte masivo, Transmilenio, presenta altas concentraciones de partículas finas PM2.5, carbono negro más conocido como hollín, y monóxido de carbono (CO) que tienen efectos muy perjudiciales en la salud humana.
Las concentraciones promedio de hollín en 52 de los 180 buses analizados, exceden los 100 µg/m3. Según los expertos, estos niveles no han sido detectados en ningún otro de los sistemas de transporte del mundo donde se han realizado estudios de este tipo. Quizás uno de los datos más preocupantes del análisis es que el aire que respiran los usuarios durante 140 minutos en un viaje de ida y vuelta contribuye al 60 % de la dosis diaria que reciben de contaminación de PM2.5 en Bogotá.