La infraestructura detrás de las tecnologías digitales de comunicación consume cada vez más energía. El problema es que poco sabemos sobre el impacto ambiental que tiene esta tecnología que en el imaginario colectivo es una nube sin espacio físico pero que realmente existe en algún lugar en forma de edificios, servidores, cables, códigos y nuestros propios dispositivos. Una infraestructura cuya existencia, como sostiene (10.1162/inov_a_00212), está sujeta y configura nuestras realidades y prácticas sociales, políticas y económicas.
Entre 2018 y 2023, la cantidad de usuaries de internet en Latinoamérica se incrementó en casi 80 %, y las velocidades de conexión casi se cuadruplicaron. Tomar y publicar gran cantidad fotos y videos, cada vez con mejor resolución, es algo cada vez más común. Este material es usualmente sincronizado con algún servicio en la nube, y cada vez son menos las personas que lo guardan en un disco duro en casa.
Nuestro uso de datos y redes sociales causa un masivo gasto de energía y otros recursos
Meta, la empresa detrás de Instagram, Facebook y Whatsapp, almacena varias copias de tus datos, fotos y videos en distintos países para evitar perder información si uno o dos de sus data centers (o centros de procesamiento de datos) se cayera. Otros servicios digitales como Google, TikTok, Telegram y Twitter tienen prácticas similares. El consumo energético de toda la infraestructura de internet, incluyendo servidores, data centers, dispositivos de usuaries, y manufactura consumió un 8 % del total de la generación eléctrica global en 2012. Sólo los data centers alcanzan entre 1 y 3 % del consumo global. Este consumo se espera que se duplique hacia 2030 aunque los escenarios más pesimistas predicen que el sector de las comunicaciones digitales consumirá el 51 % de toda la energía generada en 2030 (10.3390/challe6010117). Un escenario muy preocupante que debilita los esfuerzos para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero.
Los servidores (computadores) que se utilizan en los data centers consumen casi la mitad de la energía de la que disponen estas instalaciones, y más de un 40 % es necesario para enfriar los sistemas debido a que estos dispositivos producen calor y no funcionan apropiadamente si no están bajo aire acondicionado a una temperatura de unos 21 °C. Además, estos servidores suelen trabajar regularmente a una capacidad del 20 % pero aún consumiendo el 100 % de la energía que requieren. Es decir, son máquinas que trabajan de forma muy ineficiente.
Además del consumo energético, existen otros problemas ambientales relacionados con estas tecnologías. De los desechos de la industria digital, sólo un 3 % es reciclado y los procesos de reciclaje contribuyen a elevar las emisiones del sector. Además, el consumo de agua de los centros de procesamiento de datos es insostenible y afecta a múltiples comunidades alrededor del mundo. Con las crecientes temperaturas, el consumo de agua para enfriar los servidores se ha incrementado significativamente. El colectivo español Tu Nube Seca Mi Río, que ha surgido como protesta a un data center de Facebook en la localidad de Talavera de la Reina, ha empezado a visibilizar este problema que afecta a su comunidad. En Chile, la comunidad de Huechuraba ha protestado recientemente por un proyecto de Amazon de instalar un data center que requeriría el consumo de 6 millones de litros de agua al año, en un país donde los derechos de agua se cotizan en el mercado.
El manejo energético de un data center podría optimizarse implementando algunas medidas. Por ejemplo, el calor producido en un data center podría ser usado para otros fines, como calentar edificios o viviendas vecinas en invierno. También existe tecnología para hacer más eficientes los fluidos y ventiladores usados para disipar el calor producido por los servidores requiriendo así menos agua. Sin embargo, es poco lo que se hace cuando la regulación para este tipo de instalaciones es casi ausente o muy prematura. Los centros de procesamiento de datos son, en las condiciones actuales, una industria oportunista y extractivista.
La inteligencia artificial incrementará la demanda de energía de los centros de procesamiento de datos
Desde hace tiempo existen modelos de inteligencia artificial detrás de las fachadas de los sitios que más visitamos. Estos se ejecutan a diario para discernir información “útil” sobre nuestros datos. Entrenar uno de estos modelos tiene un coste energético muy variable: Unas pocas horas de entrenamiento de un modelo puede resultar en emisiones de CO₂ equivalentes a desde cargar un teléfono celular (modelos más sencillos) hasta el equivalente a abastecer un hogar promedio del Norte Global por todo un año (modelos más complejos) (10.1145/3531146.3533234). Y estos entrenamientos son ejecutados miles de veces dependiendo de la aplicación que se le dé al modelo.
Recientemente, con la introducción de ChatGPT, se ha creado una “necesidad” de mercado por productos digitales de mayor exigencia computacional. En la carrera por los buscadores que nos respondan de manera “inteligente” se han sumado varias corporaciones que ven esta tecnología como el futuro. Los modelos grandes de lenguaje (MGL), usados por ChatGPT, Bard, Bing Chat y otros productos de inteligencia artificial van a requerir una mayor demanda de energía de los centros de procesamiento datos y es poco lo que se habla de este problema. Investigadores de Google revelaron en un estudio que el entrenamiento de sus modelos de inteligencia artificial consume el 15 % de toda la energía de la empresa (10.1145/3531146.3533234).
Aún con todo el impacto ambiental asociado a estas tecnologías, son una realidad que no parece detenerse. El crecimiento de la industria de datos es exponencial (10.1038/d41586-018-06610-y) y requerimos un cambio de actitud ante la tecnología para reducir las consecuencias negativas de nuestra actividad en línea.
Optar por la frugalidad digital
Según Kris De Decker, el consumo de datos en internet crece mucho más rápidamente que el número de usuaries. Esto es debido a que les usuaries acceden a contenidos cada vez más pesados, como videos de alta resolución y sitios web cada vez más elaborados (con más algoritmos y datos detrás).
Wim Vanderbauwhede define la computación frugal como aquella que considera que los recursos informáticos son finitos y que deben ser utilizados cuando sea necesario. La vida de los dispositivos debe extenderse y debe lograrse lo mismo pero consumiendo menos energía. De manera análoga, podemos definir la frugalidad digital como la serie de hábitos de uso de los servicios en línea de forma consciente con el impacto ambiental de éstos. Entre algunos hábitos para el cambio podrían considerarse, por ejemplo, visitar sitios webs más ligeros, tomar menos fotos y videos y compartirlos en menor cantidad y frecuencia, tener cuidado de no subir nuestros archivos a múltiples nubes, leer las noticias desde un lector de RSS, desconectar los datos 4G/5G cuando no sea necesario usarlos. Como se observa en la figura, las redes móviles más modernas requieren más energía.
Nuestros hábitos en línea pueden tener gran impacto e influir para que los futuros diseños de aplicaciones y sitios web consideren el ahorro de recursos computacionales como parte de sus planes.
En colectivo podemos lograr mucho más
No sólo desde el lado de le usuarie podemos hacer algo, también existen iniciativas colectivas para construir una web más consciente. Mis amigues de Archipiélago Uno ya usan una serie de servicios de bajo cómputo para proveer a su comunidad de sitios web para cada une, una red social de microblogueo que se comunica con todo el fediverso, una radio en línea y un servidor de chat XMPP. Cada vez son más las iniciativas que van en la dirección de crear una web más ligera y construída desde lo colectivo.
Para mitigar la crisis climática es necesario considerar soluciones más allá de las convencionales, las cuales han probado ser inefectivas. Se necesitan intervenciones radicales para evitar el colapso ecológico (10.1038/s41558-022-01542-y). Actuar colectivamente para ejercer presión política por la regulación de la infraestructura de datos es una necesidad impostergable.