Pensar en que el territorio de lo tecnológico, a una escala global, es neutral, parece una ingenuidad que en estos tiempos acarrea una verdadera culpabilidad. Ocurre, que a la tecnología se la ha mistificado hasta tal punto, que terminamos creyendo (pecando de optimistas) en que sus milagros, beneficios y poderes, serán derramados para toda la humanidad por igual; sin embargo, la realidad parece confrontar esta afirmación: en este vasto planeta, tenemos unos pocos países ricos que concentran y dominan, al unísono, la producción mundial de éstas, mientras, la enorme mayoría, fungen como sus verdaderas “colonias tecnológicas”, ¿no te parece esto un cuadro dramático? ¿como es posible explicar esta situación? ¿que perspectiva teórica da cuenta de tal asimetría? Demos la bienvenida a una lectura crítica sobre el problema de la dependencia tecnológica.
La dependencia tecnológica. Un discurso crítico del desarrollo tecnológico capitalista
Para adentrarse en el concepto de la dependencia tecnológica (DT), debemos empezar aclarando su vinculación con los distintos enfoques sobre el desarrollo económico de los países. De estos, existen al menos tres tipos generales. Los que plantean el desarrollo como un resultado lineal, generado de etapa en etapa, que va desde la precariedad a la prosperidad económica de los países; otros, que enfatizan en un supuesto “efecto derrame” benefactor para todos, generado por el progreso económico de los países más dinámicos y poderosos propagado hacia los más desfavorecidos y, el último enfoque, que define al desarrollo y el subdesarrollo como dos caras de una misma moneda, generado por la propia “naturaleza desigual” del desarrollo capitalista planetario. En este último tipo, encontramos el marco explicatorio general de la DT.
Por ésta, podemos entender todo el conjunto de relaciones tecnológicas de dominio, desiguales y asimétricas, que operan entre los países del mundo capitalista globalizado, y que se presentan bajo diversas formas: sea como una limitante para operar un software, como en el reciente caso entre Huawei y Google por el sistema Android, que confrontó a chinos y estadounidenses, o incluso, a una escala más pronunciada, en la dependencia de los aparatos productivos nacionales, al consumo de máquinas, piezas, partes y artefactos tecnológicos provenientes de los países desarrollados.
La teoría de la DT nos hace ver, con un enfoque crítico, que la tecnología no es sólo un producto del quehacer científico neutral, sino, principalmente, un elemento estratégico de poder que han conquistado los países desarrollados, no con la intención de favorecer, ayudar o cooperar con los subdesarrollados… al contrario, se utiliza para someterlos y sacar ventajas económicas, políticas y militares, que puedan ser aprovechadas en determinados momentos.
La dependencia tecnológica y las ventajas del dominio tecnológico
Las ventajas de mantener el dominio tecnológico global, permite determinar ciertos factores del desarrollo de los países subdesarrollados. En primer lugar, al hacerlos dependientes tecnológicos, puedes intervenir directamente en la configuración de sus estructuras económicas internas; esto es, puedes retrasar, condicionar y/o frenar su industrialización, mantener limitado su crecimiento, o disminuir su competitividad mundial, ¿se parece esto a los casos latinoamericanos, africanos y asiáticos?
En segundo lugar, la dependencia tecnológica termina por consolidar instituciones internas proclives a su sostenimiento y reproducción. Se consolidan sistemas educativos universitarios, científicos y de investigación, que están orientados por líneas de interés de los grandes poderes tecnológicos mundiales y en casi nada, por un verdadero proyecto de autonomía tecnológica de los países. Además, se fomenta una cultura dependiente, desarraigada de la producción tecnológica interna y que enaltece el consumo y cualidades de los artefactos tecnológicos de los países desarrollados.
En tercer lugar, y más importante aún, es que la ventaja tecnológica permite importantes beneficios económicos para los países desarrollados, no así para los dependientes o subdesarrollados. Los dependientes, se ven obligados a comprar toda o la mayor parte de la tecnología dura o blanda, con que operan sus fábricas, sistemas de comunicación, sistemas agrícolas, logística, transporte, infraestructura de servicios, entre otros, de los países desarrollados. La cantidad de recursos económicos (capital) que se trasladan desde los primeros a estos últimos es enorme, y sirven para apalancar su condicionamiento dependiente, en vez de aprovecharse para superar esta condición.
Es evidente pues, que la DT combina una visión crítica del problema del desarrollo capitalista global, -que es desigual en su esencia- con una concepción de poder del hecho tecnológico. Para la DT, la tecnología es un campo de permanente disputa dinámica.
Orígenes y rastros de la dependencia tecnológica vistos en el tiempo
La DT no es un fenómeno de hace dos días, que nació cuando Google, en un contexto de guerra comercial con China, decidió amenazar a Huawei. Hay que irse mucho más atrás. Según historiadores económicos, ésta empieza a prefigurarse desde la colonización europea de América, África y Asia, allá por el siglo XVI y la expansión del mercado mundial capitalista que le correspondió. En esos momentos, ocurrieron dos sucesos paralelos que definen sus orígenes, y dejaron su impronta hasta hoy.
El primero, es el tecnologicidio impulsado por la colonia. Esto se define, como el exterminio de la tecnología propia de los países y civilizaciones que los europeos invadían, pero, además, dónde se impusieron nuevas técnicas y/o tecnologías que no tenían relación con los usos culturales de éstas. Casos muy estudiados al respecto, corresponden a la destrucción de las tecnologías pre-industriales mayas y aztecas, o la liquidación de la industria del acero china a manos de los británicos. El segundo suceso, es el importante traslado de ganancias o beneficios, de las colonias a las metrópolis europeas. Esto favoreció la acumulación de capitales en cantidades fabulosas en manos de los colonizadores, quiénes la aprovecharon, para desarrollar tecnologías industriales. No por obra y gracia de la providencia, las llamadas revoluciones científico-tecnológicas de los siglos XVIII, XIX y XX, se concentraron en países colonizadores como Inglaterra, Francia, Alemania y Estados Unidos.
Esta combinación de sucesos, el tecnologicidio más la constante transferencia de capital de los colonizados a los colonizadores, empobreció a muchos y enriqueció a pocos, los retrasó y adelantó, y fue generando la brecha tecnológica inicial, entre los actuales países dominantes y países dependientes. Recordemos que la colonización, al menos en sus formas clásicas, siguió dominando como forma típica de control imperial hasta el siglo XX. Véase el caso de la India, Argelia y otros tantos países asiáticos y africanos. Así, con una historia de sangre, fuego y mucha explotación, se prefiguro el cuadro actual de la DT que, con sus formas actualizadas, permanece hasta hoy; éstos son los orígenes históricos del fenómeno que estamos estudiando.
Resulta paradójico revisar los rastros que la DT, al día de hoy nos sigue dejando. Uno de estos es la alta concentración de la producción tecnológica mundial. Según la UNESCO, esta sigue en poder de Estados Unidos, parte de Europa (Reino Unido, Alemania y Francia) y Japón. Aunque se han venido uniendo a este club dominante, con mucho dinamismo, China, y en franco declive, Corea del Sur y Rusia. Pero la mayoría de la población humana, sigue siendo dependiente tecnológicamente de ellos. Además, la alta concentración, trae aparejada otra cuestión: la división entre procesos industriales centrales y periféricos entre los países.
En este sentido, los países centrales dominan las industrias de punta, militar, informática, telecomunicaciones, aeroespacial, electrónica, genética, financiera entre otras, que son las más gananciosas, mientras que los países periféricos no; están limitados a las industrias menos ventajosas. La exportación de materias primas, la prestación de servicios, y la fabricación de productos de bajo valor agregado, o las industrias más intensivas en trabajo, son aquellas que se encuentran “desparramadas” entre los países periféricos o dependientes tecnológicamente. ¿No te resulta esto sospechoso?
La DT es un verdadero problema para el desarrollo de los países. Su resultado general es perpetuar las relaciones de dominio tecnológico a través del tiempo. Sin embargo, a estas alturas, es meritorio preguntarse ¿existe una salida para ello? ¿qué tan factible puede llegar a ser?
La superación de la dependencia tecnológica
¿Es posible superar la dependencia tecnológica de los países periféricos? Creemos que sí. Pero es un esfuerzo titánico y arduo. Propuestas teóricas y prácticas han surgido desde América Latina, África y Asia para dar al traste con la situación. La más reciente y ambiciosa, parece ser el Plan Made in China 2025, que esta definido como un conjunto de políticas de Estado, destinadas a garantizar autonomía tecnológica de ciertos sectores industriales priorizados. Su meta es, al menos, producir en China un 75% de las tecnologías duras y blandas con qué estos sectores operan. Sin embargo, creemos que este plan pudiera convertirse en lo que tanto niega: tratando de garantizar la superación de la DT china, pudiera transformar al gigante asiático en un actor más poderoso y dominante en materia tecnológica contra otros países dependientes. La única garantía para que ello no ocurra, es definir nuevos esquemas de relaciones y complementariedad tecnológica entre éstos, que no reproduzcan los vicios de la DT. Esta crítica es importante, para saber del todo las implicaciones de este plan y qué papel jugamos nosotros en ello.
Pero vayamos directo a nuestras fronteras. Quizás aquí, en Nuestra América, sea imprescindible revisar los desaciertos de los modelos de sustitución de importaciones y los límites de la industrialización dependiente. Estos esquemas fracasados, pueden ser un antecedente de importancia a tomar en consideración en nuestra región, pero adelantemos tiempo hasta las condiciones que necesitamos entender para elaborar un proyecto superador de la DT en la actualidad.
Es importante mencionar que el problema de la DT, no está relacionado con un “destino manifiesto” en que los europeos, estadounidenses, coreanos, japoneses o chinos, están elegidos por algún dios para ser los capitanes tecnológicos del mundo. Las teorías referentes a las “sociedades del conocimiento”, el “optimismo tecnológico”, o las que definen el desarrollo capitalista como “armonía” plena, oscurecen el asunto. Elegir la matriz teórica de la DT, implica investigar hasta sus últimas consecuencias el fenómeno en clave de actualidad, renovándola. Esa es una tarea primordial para un proyecto superador.
También, es menester proponer métodos cuantitativos de estimación de la DT, que refuercen las categorías teóricas. A estas alturas de nuestro siglo, seguimos midiendo y estimando “nuestras realidades” científico-tecnológicas con las metodologías, herramientas e indicadores de los países dominantes, principalmente de la OCDE y otros organismos internacionales (Banco Mundial, FMI). En nuestra región, esto ha planteado un verdadero desafío, tanto es así, que existe un esfuerzo interesante por parte de la Red Iberoamericana de Ciencia, Tecnología e Innovación (RICYT) para el planteamiento de indicadores alternos o propios de estimación de nuestras realidades, a pesar de que no consideren a la DT como un elemento de mucho peso en ésta. Sin embargo,queremos dejar bien claro, que es necesario avanzar en la construcción de toda una gama de indicadores de DT, para hacer mas evidente el problema.
La apertura del debate público sobre el tema, es otro elemento de importancia para el proyecto. En las agendas políticas, económicas, y científicas, de carácter nacional o regional, es necesario identificar el problema y discutirlo, buscar soluciones y medidas políticas prácticas de corto, mediano y largo alcance. No se trata sólo de un diálogo de sordos entre los Estados, sino de la inclusión de los actores sociales afectados. Aquí, deben llevar la batuta, por su competencia con el tema, las comunidades científicas de las más diversas áreas de los países dependientes.
En el mismo sentido, se pueden empezar a crear, desde la cooperación sincera entre las y los interesados, nuevos modelos de complementariedad tecnológica, que puedan ser apropiables socialmente bajo una lógica diferente a la del lucro. Aquí, por ejemplo, las tecnologías de producción agrícola, pueden ser socializadas entre las y los trabajadores rurales del campo latinoamericano, asiático y africano, para hacer frente a la privación tecnológica de las grandes empresas del agronegocio; se trataría de un universo de posibilidades tecnológicas compartida entre los pueblos.
Por demás, puede generar mucho entusiasmo, un pacto tecnológico global, que considere el acceso a las tecnologías, como un derecho humano y de los países “menos adelantados” -en la jerga UNESCO- en general. Las grandes empresas multinacionales de los países centrales, deberían ser obligadas a abrir “sus cajas negras” de procesos tecnológicos vitales para la vida humana, con miras a su utilización y provecho para todas y todos. Esto puede parecer ingenuo, dado que, en un mundo capitalista globalizado, la tecnología es una mercancía más que se produce y difunde con miras a incrementar ganancias particulares. Pero esta esfera tan preciosa de nuestra actividad como especie, debe ser rescatada de esta subordinación al capital. Quizás este pacto, pueda aprovecharse para al menos, propiciar este debate.
Por último, es importante que cada vez que utilices un artefacto tecnológico, recuerdes que la DT está más cerca de ti de lo que crees; no te debe ser un problema ajeno. Abramos nuestras mentes a entender el funcionamiento tecnológico de este mundo profundamente desigual.