A pesar de que el mundo de las tecnologías de Inteligencia Artificial (IA) se venda como una maravilla para el desarrollo humano y el progreso futuro, parece que su discurso positivo está lleno de muchas lagunas y mentiras, que no resisten el menor análisis crítico.
Desde sus grandilocuentes objetivos, hasta sus virtudes mágicas, así como los efectos que ésta produciría, la campaña de opinión pública a su favor y de argumentación pseudocientífica que la valida, esta hecha de patas cortas. En este artículo, develamos cinco claves básicas -más no las únicas- que dan una perspectiva crítica sobre algunas mentiras comunes de la IA, con el ánimo de asomar sospechas verídicas sobre sus verdaderos fines y alcances.
Primera clave: La Inteligencia Artificial no es una tecnología neutral, es una opción tecnológica estratégica, en favor del gran capital y sus Estados más desarrollados
Desde 1945 -con el lanzamiento de las bombas nucleares sobre Hiroshima y Nagasaki- el mundo pudo constatar, de primera mano, que es falsa la idea de la supuesta neutralidad de la ciencia y la tecnología. La energía nuclear ayer, cómo la IA hoy, no pueden ser jamás, tecnologías independientes o autónomas a los fines, e intereses estratégicos de los grandes capitales que la financian y los Estados que la desarrollan.
En este sentido, la primera mentira revelada en esta clave, es que la IA no se desarrolla para fines benevolentes o nobles, como el combate al cambio climático, la disminución de la pobreza y desigualdades sociales, o el progreso científico; sino, para funestos fines comerciales, empresariales, políticos y militares bien delimitados.
La IA es una opción tecnológica estratégica en la guerra, y eso lo demuestra la actual pugna que mantienen los estadounidenses, chinos y rusos para hacerse con su dominio en este terreno; también es en el sector militar dónde se concentra el grueso de recursos financieros globales, destinados a esta tecnología. Sólo para este año, el Pentágono tiene presupuestado más de 4.000 millones de dólares en proyectos de I+D basados en IA, mientras que las grandes compañías armamentísticas como Lockheed Martin, Boeing, Raytheon, General Dynamics no escatiman esfuerzos, por incorporar las mejoras de IA, en la fabricación de una nueva generación de Sistemas de Armas Autónomos Letales (SAAL) o Killer Robots. Por su parte, los rusos incorporan IA en sus novísimas armas hipersónicas y, los chinos, lo hacen principalmente en guerra cibernética y sistemas de defensa.
Pero si hay alguna duda de que la IA no es una tecnología neutral, sino una opción tecnológica diseñada para el beneficio de los grandes capitales, se puede referir la tremenda inversión conjunta que hicieron los gigantes Microsoft, Alphabet (Google), Facebook y Amazon: para el 2019, estas compañías invirtieron más de 54.000 millones de dólares en diversas aplicaciones de IA. La supremacía empresarial estadounidense, despunta cuándo se constata, que para la misma fecha, el 41% de las firmas de IA a nivel global, están ubicadas en su suelo, mientras que 77, de las cien más grandes, también son estadounidense. La IA parece ser un negocio rentable, para el que no vale limite de apuesta, sobre todo, de parte del capitalismo anglosajón.
Todo el contexto definido con antelación, nos permite fijar una visión crítica sobre la primera mentira de la IA -que tanto se escucha por doquier- relativa a su supuesta neutralidad tecnológica. Ni es neutral, ni es para todos, ni es uno de los más ambiciosos objetivos de la ciencia; la IA es una tecnología crítica y estratégica en disputa, por parte de unos pocos países capitalistas desarrollados, dónde poco importan los grandes problemas de la humanidad y la naturaleza- ¿Por qué no es empleada para la reducción de la pobreza y las desigualdades sociales, pero sí, para la fabricación de robots asesinos? ¿Por qué se prioriza el diseño de aplicaciones de IA que sean rentables para las empresas, pero no para el combate del cambio climático?
Segunda clave. La inteligencia humana no se puede racionalizar a través de algoritmos
Esta segunda clave, revela otra de las mentiras declaradas por la IA, y es que, aún hoy, sus expertos pretenden ‘modelar’ o ‘simular’ abstractamente, la inteligencia de los seres humanos. Utilizando la herramienta de algoritmos, se nos dice que los teléfonos móviles, computadores, vehículos, robots, y demás artefactos tecnológicos de IA, son ‘inteligentes’.
Aunque si somos flexibles, y damos el beneficio de la ‘inteligencia’ a tales artefactos, realmente puede decirse qué, ¿hacer operaciones de ‘cálculo’, ‘aprendizaje’ (Machine Learning), ‘toma de decisiones’, y demás operaciones abstractas que éstos ‘hacen’, los hace inteligentes? Por supuesto que no; he aquí la segunda clave, que revela otra mentira masificada por la IA.
La inteligencia humana, no se puede racionalizar a través de algoritmos, por las siguientes razones:
- Porque ésta, no es solamente un grupo de operaciones o procesos inferiores de razonamientos lógicos-formales. Los algoritmos no ‘calculan’, ‘aprenden’, ‘razonan’ o ‘toman decisiones’.
- Porque ésta, tiene otros componentes, factores, condiciones y procesos de igual importancia o jerarquía, que actúan de forma compleja e interrelacionada, para su producción y reproducción. Un algoritmo no puede cumplir ni simular todos estos requisitos.
- Porque la inteligencia humana, tiene carácter evolutivo, social e histórico-cultural. Ningún algoritmo puede crear una sociedad con estas condiciones.
- Porque ningún algoritmo puede sustituir las condiciones biológicas o fisiológicas que son la base material de nuestra inteligencia.
- Porque simplemente, un algoritmo es una creación de nuestra inteligencia, y un medio bastante limitado de instrucciones, para el logro de ciertos objetivos. La inteligencia humana, no puede aprehenderse en su completitud, mediante éstos. Los algoritmos jamás tendrán creatividad, ni sentirán, ni pensarán, ni serán inteligentes como nosotros.
En las más diversas teorías de investigadores en biología, psicología, neurología e incluso filósofos, existe un acervo muy importante de análisis y estudios que justifican este conjunto de razones esbozados. La inteligencia humana no se resume sólo a facultades y operaciones cognitivas. Sin embargo, la persistencia de la IA en querer crear una ‘máquina que piensa’ -como el caso de un algoritmo-, es una herencia legada, por el cartesianismo del siglo XVII y por pioneros de esta tecnología, como Alan Turing y Herbert Simon. En ellos, existe un hilo conductor que limita, básicamente, nuestra inteligencia al razonamiento lógico-abstracto.
En este sentido, la mentira difundida de que algún día existirán algoritmos inteligentes, no es más que una ficción que carece de todo sustento. El desconocimiento muchas veces tiende a plantear grandes equívocos.
Tercera clave. Lo inorgánico no puede crear inteligencia orgánica
Otra clave para revelar las mentiras de la IA, es algo que parece muy lógico y sencillo de entender. Hasta ahora las investigaciones en IA, no han logrado dar con un átomo de inteligencia, que brote de un circuito electrónico o de los minerales con que se fabrican –en gran parte- las piezas, partes o componentes de los artefactos tecnológicos de esta industria.
Y es que, simplemente, no se conoce la fórmula alquímica precisa, para insuflar inteligencia en elementos inorgánicos. Al carecer de cuerpo, es decir, de una corporalidad orgánicamente constituida y, además, bajo las condiciones biológicas y fisiológicas de los seres humanos, es imposible que la IA logre realmente producir ‘inteligencia’. Ni siquiera se habla aquí, de cuerpos de animales que expresan verdaderos comportamientos inteligentes.
Pero esta condición biológica básica, ha sido ignorada por los promotores de la IA y, en una actitud de temeridad, desde hace algún tiempo, viene creando modelos corpóreos ‘inteligentes’ que buscan sustituirla. La capacidad sensorial y motora, de la cuál “basamos una gran parte de nuestra inteligencia”, es sustituida por ‘órganos biónicos’, robóticos y/o artificiales, capaces de cumplir funciones especificas para dotar, con mayores datos y elementos, al sistema central que los procesa. ¿Pero sólo porque un robot tenga ojos biónicos, piernas flexibles y un algoritmo central, significa que es inteligente?
Esta mentira, es una de las vías tecnológicas que se ha tomado, para sortear –supuestamente- las dificultades que representa la racionalización de la inteligencia humana, mediante algoritmos de IA, como se expuso en la clave anterior. Pero los devotos alquimistas de la IA, aún creen que su fantasía alquímica realmente puede conquistarse ¿Qué piensas tú al respecto?
Cuarta clave. La Inteligencia Artificial no toma decisiones inteligentes, y también se equivoca
Es común también escuchar, en la jerga de los entusiastas de la IA, que los algoritmos, robots y demás artefactos tecnológicos que produce esta industria, son capaces de ‘tomar decisiones inteligentes’ y, además, sin los altos niveles de error que caracteriza a los seres humanos, ¿será esto cierto? ¿Puede la IA tomar decisiones? ¿Nunca comete errores? Aquí se revela la cuarta mentira de la IA y su clave que la revela.
Con respecto a la primera pregunta, existe una fuerte discusión. En su libro “Armas de destrucción matemática”, la autora Cathy O’ Neil, señala como un verdadero peligro, que cada vez más son los algoritmos de IA, los que ‘deciden’ quién puede tener acceso a un crédito bancario, a la universidad o, incluso a otro tipo de servicios; pero afirmar esto, obliga a pensar que una decisión, es una elección consciente entre opciones muchas veces excluyentes, que tiene una finalidad, sentido y genera repercusiones ponderables, tanto individual como socialmente, en los más diversos órdenes, desde la ética, la economía, la política, y que ningún compendio de líneas de código, máquina u artefacto tecnológico, puede lograr hacerlo.
El algoritmo de IA no tiene un fin particular en excluir a nadie del crédito bancario o de la universidad, pues, una máquina no tiene intenciones, fines ni intereses éticos, políticos, económicos o militares per se. Simplemente se ha ajustado a un conjunto de parámetros que, de acuerdo a ciertas operaciones comparativas y de análisis de datos, han sido implícitamente estructuradas por sus fabricantes. Quién toma la decisión ‘inteligente’ de excluir a priori al ciudadano pobre, del acceso al crédito y a la universidad, es la banca y el sistema privado universitario, no el algoritmo; éste, más bien, confirma desgraciadamente la instrucción.
Son múltiples los casos dónde se denuncian ‘sesgos’ en las aplicaciones de IA en el momento de ‘tomar decisiones inteligentes’. Se ha reconocido, por ejemplo, el racismo de alguna de éstas, pero también, que se equivocan con frecuencia. Los resultados de algoritmos de reconocimiento facial, no parecen tener mucho éxito cuándo de sospechosos se trata y pueden incriminar a personas inocentes. Tampoco parece completamente acertado, fiarse en los resultados de la IA cuando se trata de diagnósticos médicos delicados, no prescritos por profesionales humanos.
La creencia popular, impulsada por el multimillonario entusiasmo de sus promotores, de que la IA toma decisiones inteligentes e infalibles, es un elemento más del mito tecnológico que es menester develar. Pero esto parece tan grave, que no se tienen nociones claras de hasta dónde llegaremos.
Quinta clave. La Inteligencia artificial tiene efectos muy perjudiciales para la humanidad y el ecosistema, y su tendencia es a agravarse
Los beneficios de una tecnología, siempre son enfatizados por sus promotores haciendo caso omiso de los daños y riesgos que al corto, mediano y largo plazo generan para la humanidad y el ecosistema.
Pero el sol no se puede tapar con un dedo: a pesar, de que los sumos pontífices de la IA erijan sermones de alago sobre sus beneficios, ésta tecnología ha generado –y va a seguir agravando- un conjunto de efectos, resultados y consecuencias en el orden político, ético, económico, militar, cultural y natural, que deben detenerse. Para muestra, algunos ejemplos de letal actualidad.
El principal campo de investigación de la IA -cómo se asomó en la primera clave- no es para ‘el bien’, sino para sus aplicaciones en las artes y ciencias militares. Desde los Sistemas de Armas Autónomos Letales (SAAL) “capaces de seleccionar y eliminar objetivos sin un control humano significativo”, hasta sus aplicaciones en el análisis y control de la información y el ciberespacio, parece que las grandes compañias armamentísticas, los Estados y sus ejércitos y agencias de seguridad e inteligencia, tienen mucha voluntad en el desarrollo de las tecnologías de la IA.
Pero también se ha demostrado que los algoritmos de psicometría y análisis de datos, basados en IA, pueden ‘inducir’ a poblaciones enteras, a tomar ciertas posturas favorables por tal o cuál propuesta, por tal o cuál candidato, en una contienda electoral. Es el caso de Cambridge Analytica y las anteriores elecciones estadounidenses que dieron por ganador al magnate Donald Trump. Esto no es para nada nuevo, pues, las democracias liberales burguesas, han contrarrestado su agotamiento histórico, por la vía de la manipulación generalizada, sólo que ahora se logra sofisticar con las redes sociales, y la IA.
Un efecto controvertido de la IA, es sobre el futuro del trabajo y el empleo. La creciente robotización y mejora de la automatización, en fábricas y empresas de servicios, se estima puede afectar entre 400 a 800 millones de personas (aproximadamente el 14% de la fuerza laboral mundial) para el año 2030. Otros más dramáticos, como Kai Fu Lee, experto chino en IA, estima una destrucción del 40% de los empleos para 2035 y, además, ya es conocido que en Estados Unidos -país con el mayor nivel de automatización por trabajador per cápita del mundo- se corre el riego de automatizar el 47% de los empleos, en un futuro inmediato. Estas cifras, son realmente aterradoras cuándo se le compara con la crisis económica capitalista del 2008 o la acelerada por el coronavirus.
Muchos entusiastas ven este panorama destructivo con un hálito de esperanza. Afirman que la IA generará más empleo de los que destruye y, además, por si fuera poco, los cualificará. También dicen, que los empleos desplazados serán aquellos simples, rutinarios y mecánicos, pero hasta hoy, salen al mercado nuevas aplicaciones, sistemas y artefactos tecnológicos de IA, que pretenden sustituir los empleos de médicos, abogados, analistas financieros, ingenieros y un número no despreciable de profesionales de alta cualificación. En el fondo, se trata de otra mentira de estos voceros, para que aceptemos, pasivamente, las nuevas reformas neoliberales impulsadas en los ‘mercados de trabajo’ por el ‘imparable progreso’ de la IA.
¿Pero al dejar sin empleo al 40% de la fuerza de trabajo mundial, como dice Kai Fu Lee, que será de la economía capitalista y su famosa ‘ley de la caída tendencial de la tasa de ganancia’ de las empresas? La IA parece ser una nueva ofensiva histórica del capital contra el mundo del trabajo. Está comprobado que esta tecnología mejora la ‘productividad’ de algunos sectores, pero sólo en detrimento de los trabajadores mismos, como es costumbre. Por un lado, garantiza mayor tasa de explotación del trabajo (plusvalor relativo) como diría Marx y, por el otro, lanza a las calles a millones de parados. Esta contradicción es irresoluble bajo la lógica de funcionamiento del sistema del capital y, sus consecuencias, también parecen serlo.
Otros efectos perversos de la IA, son los que se relacionan a la destrucción de la naturaleza: ésta es una tecnología altamente contaminante. Se ha estimado que, un sistema basado en ‘Aprendizaje Profundo’ o ‘Deep Learning’ -como el GPT-2 de Elon Musk- mientras ‘entrena’, consume altas cantidades de energía y genera emisiones de CO2, cinco veces superiores a las emisiones promedio de un vehículo en la totalidad de su vida útil o, el equivalente a 284 toneladas del mismo, que es cincuenta y seis veces, el consumo promedio de energía de un estadounidense en toda su vida -y vaya que éstos son bien despilfarradores-.
La imposición de la IA como opción tecnológica, no sólo es altamente contaminante por los factores descritos con antelación, sino por otros que no han sido claramente evaluados. El despojo y la acumulación de materiales para la fabricación de robots, máquinas y demás artefactos de IA, se realizan con técnicas ecocidas y en países, dónde se perpetúan, conflictos sociales de alta intensidad. Los desechos generados por la IA, también parecen que correrán la misma suerte, que la basura electrónica ‘no inteligente’: en las islas de Agbogbloshie en Ghana, o en Guiyu, en China.
Conclusiones
Cómo dice Jerry Mander, en sus “Diez actitudes críticas ante la tecnología” debemos abordar con escepticismo absoluto, las afirmaciones de los defensores de cualquier tecnología. En nuestro caso, esa actitud crítica ha sido formulada sobre cinco claves que revelan las mentiras de la IA. No es cierto que ésta sea neutral, inteligente, autónoma, totalmente beneficiosa o limpia -para hablar en términos de sus efectos contaminantes-; por el contrario, parece ser una tecnología que entraña múltiples peligros sociales, políticos, económicos, éticos, culturales, militares y ambientales…¿Y que otra cosa puede ser, una tecnología que ha sido secuestrada por el gran capital?
Hasta que la IA no éste del lado de la resolución positiva de los grandes problemas de la humanidad y la naturaleza, cualquier cuento de hadas, no será más que una mentira.